La extrema derecha en Europa’ o las consecuencias de que la democracia deje de ser útil al capitalismo
Anna López Ortega traza en este ensayo un minucioso mapa del estallido reaccionario que afronta Europa
Diego Hernández – 1 de septiembre de 2025
La extrema derecha en Europa (Ed. Tirant Lo Blanch, 2025), de Anna López Ortega, es un análisis preciso (y muy necesario) de la evolución de los movimientos de derecha extrema desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta su establecimiento en el sistema democrático de las principales naciones europeas (Francia, Alemania, Polonia, España) y en las instituciones de la Unión Europea. Una extrema derecha que, como explica la autora, se ha cubierto de una pátina democrática que le permite participar del juego electoral e impulsar políticas autocráticas desde los lugares de poder que ocupa, muchas veces en connivencia con la derecha conservadora tradicional.
Anna López Ortega es licenciada en Periodismo y Ciencias Políticas, ha trabajado como asesora política en instituciones y administraciones públicas y como docente de Ciencia Política y Comunicación experta en extrema derecha, delitos de odio y racismo. Colabora en medios de comunicación como analista política y es profesora de la Universidad Internacional de Valencia.
Desde Francia hasta Hungría, pasando por Italia, Dinamarca o España, López Ortega traza un minucioso mapa del estallido reaccionario que afronta Europa desde los últimos 10 o 15 años, haciendo un análisis de los factores sociales y económicos que llevaron a la extrema derecha de la irrelevancia más absoluta al final de la Segunda Guerra Mundial a su recomposición en lo que Jean Marie Le Pen denominó como «la nueva derecha», su reaparición en la esfera pública a través del Parlamento europeo y su abandono de la marginalidad para convertirse en fuerza de gobierno en muchos países de Europa. Esta nueva extrema derecha libra diariamente una Kulturkrieg o «guerra cultural» con la que intenta redefinir el marco mental de nuestras sociedades.
Vox, Rassemblement National de Marine le Pen o el Fidesz de Viktor Orbán son algunos de los partidos que representan un movimiento que, con sus diferencias, ejemplifica el aprovechamiento populista de las crisis del capitalismo y las democracias liberales. Estos movimientos, como explica el libro, se muestran como alternativa ante los partidos tradicionales, conservadores y socialdemócratas, que han «fallado» a la hora de dar respuesta a cuestiones como la pérdida de poder adquisitivo, la precariedad laboral, el desempleo juvenil o el propio desencanto con estos partidos tradicionales.
El ensayo también aborda una de las claves del éxito de la extrema derecha entre los jóvenes: su dominio temprano de las redes sociales. Estas formaciones fueron las primeras en adaptarse al entorno digital para sortear el bloqueo informativo de los medios tradicionales. Estas redes sociales se erigen, en palabras de la autora, como «nuevos medios de comunicación para una nueva época, como en su momento fueron la radio para Mussolini y Hitler». «Es difícil imaginar a Trump sin X o a Bolsonaro sin YouTube», señala además López Ortega, subrayando que la extrema derecha encuentra en los jóvenes su «target ideal» al ser el grupo más precario y vulnerable desde el punto de vista económico, social y psicológico.
l texto también se adentra en las mutaciones estratégicas de la ultraderecha. Estas formaciones intentan alejarse, al menos en lo estético, de los movimientos reaccionarios de la Segunda Guerra Mundial, disfrazando sus propuestas de un supuesto «sentido común». Hablan de libertad, de patria, de “proteger a los nuestros”. Se muestran no como una alternativa autocrática a la democracia, sino como los únicos capaces de arreglar el sistema y las instituciones; y, sin embargo, no dudan en llevar a cabo medidas autoritarias y de limitación de libertades en nombre de la seguridad cuando alcanzan alguna cota de poder.
El análisis de López Ortega evidencia cómo la ultraderecha se ha valido de la derecha tradicional para introducir sus medidas mediante pactos y coaliciones, y, al mismo tiempo, fagocitar a su favor el electorado de estos partidos, que son acusados de ser más «blandos». En el caso de España encontramos el término «derechita cobarde» para hacer referencia al Partido Popular. A la vista de la pérdida de electorado, estos partidos buscan apelar al votante fugado haciendo propias algunas medidas de la extrema derecha, aunque se ha demostrado como una estrategia poco productiva. En este sentido, el ensayo menciona, citando a Jean-Marie Le Pen, que la gente prefiere el original a la copia. La autora afirma que: «Siempre que se ha tratado de neutralizar a los partidos de extrema derecha asumiendo parte de sus premisas, ha sucedido justo lo contrario».
¿Qué hacer?
Los dos últimos capítulos de este breve ensayo son fundamentales, solo por ellos merece la pena leer y releer el libro: la autora no se conforma con realizar un mero análisis de la situación y lo que nos ha llevado hasta ella como una simple cronista, sino que propone una reflexión que permita encontrar soluciones y repasa los pasos dados hasta ahora. En Alemania las instituciones han intentado contrarrestar el auge reaccionario advirtiendo de los riesgos de la intolerancia. Los medios tradicionales hacen esfuerzos para no convertirse en amplificadores de bulos y mentiras, se han desarrollado verificadores de noticias y en Estados Unidos algunos medios evitan amplificar los discursos más radicales de Donald Trump.
Es posible que estas medidas lleguen demasiado tarde, en un punto de absoluta desconfianza hacia medios de comunicación e instituciones que la ultraderecha ha sido capaz de capitalizar sirviéndose de las redes sociales. La respuesta, por desgracia, queda en el aire, pero su planteamiento invita al lector a una reflexión que debe llevar a una acción conjunta antes de que se agote el tiempo.
Las 11 páginas finales coronan este brillante análisis y son tan demoledoras como necesarias. «Cada cita electoral es un combate a vida o muerte entre las fuerzas democráticas del bien y las autocráticas del mal». Es difícil definir de manera más acertada la ansiedad que inunda al electorado progresista durante cada escrutinio electoral. El texto pone también frente al espejo a las fuerzas políticas tradicionales: «El actual triunfo de la extrema derecha se debe exclusivamente al fracaso de las ideologías tradicionales. Liberales conservadoras o socialdemócratas».
Claro está que, además, la hegemonía del dogma neoliberal contribuye a crear el caldo de cultivo perfecto para la proliferación de la ultraderecha, debilitando el estado del bienestar. Ya en 1981, Von Hayek afirmaba que su ideal estaba más cerca de una «dictadura liberal» que de un sistema democrático. Como explica la autora, no se trata de entender si la democracia es compatible con el sistema neoliberal del capitalismo más agresivo, sino si este capitalismo necesita de la democracia como «correlato y sustento de su programa de gobernanza».
La reflexión final es desoladora: seguimos ganando tiempo, pero cada vez queda menos. El enemigo ultraderechista ya no está frente a las murallas de las valoradas democracias europeas, sino que ha cruzado las puertas y se ha asentado en su núcleo sin apenas resistencia.