Revista

Torre Pacheco: Cuando el odio ataca a la democracia

Pedro La Camera Ruano

La democracia está en retroceso en el mundo. Especialmente, son los regímenes democráticos occidentales en los que se observan un proceso de degradación más evidente. También en España asistimos, con nuestras peculiaridades, al mismo proceso de deterioro. En estos días, se están produciendo cambios que ponen entredicho los valores esenciales de la libertad, el pluralismo y la justicia social. Entre los fines de nuestra Asociación se encuentra Defender la Constitución y los Derechos y Libertades Fundamentales, por ello nos vemos obligados a intervenir para defenderlos.

El municipio murciano de Torre Pacheco ha vivido días convulsos tras la brutal agresión a Domingo, un vecino de 68 años, que ha desencadenado manifestaciones xenófobas, enfrentamientos nocturnos y la intervención de grupos ultras. Torre Pacheco ha encendido una mecha que va mucho más allá del dolor legítimo por un crimen. Lo ocurrido en Torre Pacheco no es solo un episodio de violencia: es un atentado directo contra la democracia, tal como lo han denunciado numerosas organizaciones sociales, autoridades y medios de comunicación.

En Torre Pacheco se han registrado agresiones y “cacerías” contra vecinos de origen migrante, especialmente magrebíes, por parte de grupos neonazis y de extrema derecha. En redes sociales se difundieron mensajes xenófobos que alentaban la violencia, incluyendo llamados explícitos a “cazar magrebíes”. Si, consideramos que lo ocurrido es un grave atentado contra la democracia y los derechos humanos.

  1. Porque ataca la convivencia pacífica, la igualdad ante la ley y socava los derechos fundamentales de las personas. Grupos de extrema derecha han perseguido y agredido a personas migrantes, especialmente magrebíes, en lo que se ha descrito como una “cacería” organizada. Estas acciones vulneran el derecho a la igualdad, la seguridad, la dignidad y la no discriminación, pilares esenciales del Estado de derecho. Igualmente se ha criminalizado comunidades enteras por su origen, religión o color de piel, y con ello socava el Estado de derecho.
  2. Porque normaliza el odio y la violencia como herramientas políticas, lo que pone en riesgo la cohesión social y la pluralidad democrática. Se han difundido mensajes racistas y xenófobos en redes sociales, incitando a la violencia y criminalizando comunidades enteras. El uso de bulos y desinformación para justificar agresiones recuerda a estrategias autoritarias que buscan socavar la convivencia plural.
  3. Porque con ello se pretende Instrumentalizar la política del miedo. Algunos discursos políticos han alimentado la polarización, culpando a la inmigración de la inseguridad y justificando medidas excluyentes. Esto erosiona la confianza en las instituciones y desvía el debate público hacia el enfrentamiento identitario.
  4. Porque amenaza a la cohesión social, donde la violencia no solo afecta a las víctimas directas, sino que rompe el tejido comunitario, generando miedo y desconfianza entre vecinos. La convivencia democrática se basa en el respeto mutuo, y cuando se ataca a un grupo por su origen, se pone en riesgo la paz social.

Cuando se persigue a personas migrantes en las calles, se atacan los pilares fundamentales del Estado de derecho. Si permitimos esto, mañana la diana será otra: las personas LGTBI+, las feministas, las personas situadas en una categoría racial, las gitanas…

Pero quiero profundizar, lo que ha ocurrido en Torre Pacheco no es una reacción espontánea de un pueblo herido. Es el resultado de una maquinaria bien engrasada que sabe cómo convertir el miedo en votos, el dolor en rabia, y la rabia en violencia. Grupos ultras como Democracia Nacional, Deport Them Now y Desokupa, o Agitadores digitales como Alvise, Vito Quiles, Bertrand Ndongo no llegaron a Torre Pacheco para apoyar a la familia de la víctima. Han llegado para incendiar. Para patrullar barrios, difundir bulos, y sembrar el miedo. Lo hacen con ayuda de esos agitadores digitales que manipulan vídeos, publican fichas con rostros sin pruebas, y convierten Telegram en una sala de guerra.

Y detrás de ellos, políticos que deberían proteger a todos los ciudadanos, pero que prefieren señalar, dividir y culpar. Así, en nuestro país, la derecha y ultraderecha representadas por PP y Vox han convertido la inmigración en sinónimo de delincuencia, ignorando que la mayoría de los inmigrantes trabajan, pagan impuestos y viven en paz.

La historia nos lo ha enseñado: cuando hay crisis, siempre aparece un enemigo útil. Ayer fueron los judíos, los gitanos, los homosexuales. Hoy son los inmigrantes. Mañana, quién sabe. El odio no nace solo. Se fabrica. Se financia. Se difunde. Y se vota.

Pero también se puede desmontar. Con datos, con empatía, con periodismo valiente. Con vecinos que no se dejan arrastrar por el miedo. Con instituciones y partidos políticos que no miran hacia otro lado.

En el documento de Análisis: PEDAGOGÍAS DEL SIGLO XXI de Jaume Carbonell, trata de explicarnos que “El odio no es una expresión de un sentimiento individual, no es espontáneo, es fabricado y requiere un cierto marco ideológico”.

 Pero ¿Cómo se construye el discurso del odio? En primer lugar, se identifica a un enemigo, a unas personas o colectivos que se consideran diferentes a los que se les cuelga una serie de atributos negativos, se les estigmatiza con algunas etiquetas de fuerte impacto mediático: las mujeres, las personas migrantes, refugiadas y desplazadas, negras, indígenas, musulmanes, judías, gais, lesbianas, bisexuales, transexuales… Y acto seguido se definen las razones de este odio, un artilugio artificial, pues con frecuencia no se conocen a estas personas, pero tremendamente eficaz, ya que, al convertirse los supuestos argumentos en verdades absolutas, no hay espacio para la duda, así el odio actúa como revulsivo para la seguridad y cohesión de los grupos fanáticos; y la espiral del odio se retroalimenta e incluso produce placer, mucho placer. Y en eso estamos, sufriéndolo.

Lo que está en juego no es solo la seguridad de unos vecinos. Es el alma misma de nuestra democracia. Frente al avance del odio, necesitamos más educación, más justicia, más solidaridad. Porque hoy son los migrantes, pero mañana puede ser cualquiera de nosotros.

Porque el verdadero enemigo no es el inmigrante. Es el odio que nos ciega. Y ese sí que hay que combatirlo. Por eso estamos aquí. Para decir que la democracia no se defiende sola. Pero tampoco está sola. Está con quienes se niegan a mirar hacia otro lado. La democracia se defiende cada día. Que, frente al odio, necesitamos justicia. Frente al racismo, necesitamos educación. Frente a la indiferencia, necesitamos compromiso.

Pedro La Camera

Socio fundador de la Asociación Democracia Canarias XXI.

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